
Todos tenemos una curiosidad, o una tentación, o un miedo; la libertad. La libertad de ser como queremos ser, y no ser como la gente quiere que seamos. Ser capaces de decidir por nosotros mismo sin tener que das pie a nadie. Cada vez que tenemos las ganas o la necesidad de decir algo, a lo que tienes miedo, pero... porque hay que ter miedo de tu propia libertad.
Poco a poco conforme nos vamos haciendo grandes nos vamos haciendo una idea de nuestra libertad y de los límites que ella conlleva. Porque es verdad que tenemos que saber que somos libres pero también saber que hasta un cierto punto. Porque de no ser así, todo sería una catástrofe y cada uno haría lo que le viniese en gana. Para ello se encarga la justica, que es la que se encarga de castigas a aquellas personas que sobrepasan su libertad.
Para verlo más claro, es cuando alguien comete un delito, como por ejemplo un robo o un asesinato, etc. Esa persona puede defenderse diciendo que lo ha hecho por unos motivos y que es libre de hacer lo que quiera, pero no. La libertad tiene unos límites. Y si matas a alguien, la persona fallecida no tenía el derecho de libertad de morir.
De no ser posible la corrección del mal cumplimiento de la libertad, casi nada funcionaria, porque si es verdad que hay gente que no les hace falta que le digan lo que sí y lo que no tienes que hacer. Pero también es verdad que hay gente que si no estuvieran las normas harían lo que les diese la gana sin tener en cuenta lo que le pueda fastidiar al de al lado.
Pero a fin de cuenta es que, en muchas de las cosas que nos rodean tenemos la libertad de decidir que hacer.
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