domingo, 29 de abril de 2012

¿Comunicacion o incomunicacion?

La tecnología avanza a pasos agigantados, y a medida que hace su camino nos propone nuevos y más sofisticados aparatos electrónicos sin los que no podríamos vivir, pero sin los que hemos vivido hasta ahora. Aparatos que muchas veces lejos de solucionarnos la vida nos hace dependientes de ellos, nos ata y nos esclaviza aportando poco o nada a cambio.
En concreto algo que últimamente se ha puesto muy de moda gracias a algunas grandes compañías es la supuesta libertad que nos proporciona la era de las comunicaciones a distancia. La telefonía movil ha marcado un antes y un después en lo que a comunicación personal se refiere. ¿Alguien recuerda aquellos molestos "buscas" que unos pocos llevaban consigo pero que realmente nadie quería tener? Aquel endemoniado aparato que molestaba en los momentos más inoportunos ha sido desplazado por la telefonía móvil, con la salvedad de que el móvil, al igual que el coche o la forma de vestir, se ha convertido en un signo de distinción social, un espejo del supuesto status económico de su dueño y portador.
Hoy en día todo el mundo tiene móvil. Quien no lleve uno en el bolsillo es un "tipo raro". El móvil ata a las personas, y muchas veces la verdadera liberalización es apagarlo. Pero no solo nos ata. El contacto humano se reduce. Antes si queríamos salir a tomar unos tragos quedabamos por teléfono. Ahora en cambio nos mandamos un mail o nos leemos en un foro. Probablemente nuestros padres piensen lo mismo desde su propio punto de vista: antes quedaban días antes en persona, y ahora quedan por teléfono. Hemos pasado del contacto directo a la voz, y más tarde al texto, marchando hacia atrás como un cangrejo, retrocediendo hacia formas de comunicación cada vez más impersonales, más distantes, menos humanas. Las herrramientas que nos hacen más libres y nos permiten estar más cerca de "los nuestros" realmente nos atan y nos aislan de ellos.
Hay parejas que rompen por SMS, e incluso que se divorcian por email. Hay gente que se enamora de un poco de texto sobre un cliente de mensajería, manteniendo relaciones virtuales a distancia con una persona que no llegarán a ver. Y lo peor de todo es que los "te quiero" hoy en día no se dicen a la cara, se plasman en un mensaje de texto esperando respuesta de la otra parte. La comunicación a distancia nos facilita lo personal porque nos aisla de la persona, nos protege con la distancia gracias a la frialdad del medio.
Pero el problema de las nuevas formas de comunicación no reside en ellas mismas, sino en el uso que se les está dando. El móvil, la mensajería, el correo electrónico... el fin que persiguen es el de complementar la comunicación, ayudar a cubrir los huecos que el ser humano no es capaz de solucionar por sí mismo. Si tus padres están de vacaciones, si tu pareja tiene que estar unos días fuera por motivos de trabajo, si tú tienes que contactar con un viejo amigo de colegio, sin duda la telefonía e Internet jugarán un papel importante y muy útil. Pero el problema es que en muchas ocasiones sustituyen al contacto directo, disminuyen la interacción humana y todo queda reducido a un poco de texto o a una voz sobre un auricular.

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