domingo, 29 de abril de 2012

Vidas sin sentido


La sociedad actual está llena de contrastes entre lo que llamamos “primer y tercer mundo”. Derroche y pobreza, longevidad y enfermedades, festejos y guerras, libertad y esclavitud, depresión y felicidad.

Vivimos en una sociedad depresiva, cada vez más y más personas sufren la llamada ‘’depresión’’, un síndrome caracterizado por una tristeza profunda según la RAE. 

En pleno apogeo tecnológico y con más medios que nunca, capaces de dominar la naturaleza y  con un gran porvenir, también hemos desarrollado este síndrome, la tristeza profunda.  

Sin embargo, en el ‘’tercer mundo’’ no se da este fenómeno. Es irónico que los que sufren guerras, pobreza, hambruna, esclavitud, hambre, enfermedades, secuestros… los que trabajan desde los 6 o 7 años, durante innumerables horas por un salario mínimo, aquellos cuya tecnología es únicamente los útiles que puedan fabricarse con sus propias manos no padezcan de este fenómeno. Es cierto que sufren, de hecho es innegable, pero también, todas las personas que han ido a algún país de estas características cuentan con sorpresa lo felices que pueden llegar a ser a pesar de las dificultades. Nosotros con, quizá demasiadas facilidades, estamos hastiados de la vida; probablemente debido a unos objetivos a lograr impuestos por la sociedad y relativamente fáciles de conseguir (estudios, trabajo, familia etc)

La tecnología facilita la existencia, pero quizá demasiado, le quita su salsa. Nos enseña a conseguir las cosas con un simple chasquido de dedos y hace que perdamos el sentido de la vida ya que no necesitamos esforzarnos por casi nada y perdemos la ilusión de vivir para lograr nuestras metas.


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