Ante la realidad podemos tomar diferentes posturas; podemos asumirla y solucionarla, o al menos, intentar solventarla como mejor podamos, mas también podemos volver la mirada hacia otro lado, fuera del dolor y de las escenas que nos causan remordimientos y sentimientos de culpabilidad. Ésta en verdad, es la solución más fácil, pues, si el problema que vemos no tiene que ver directamente con nuestra persona, ¿para qué intentar erradicarlo?

Unos podrían definir la ayuda como algo espiritual, que les repara la paz interior, que les hace un hueco en el cielo, otros simplemente como obligación moral, pero para mí, que una persona sea capaz de afrontar la realidad, significa que esa persona está en paz con sigo mismo, o al menos la busca, y que es feliz y disfruta haciéndolo.
Desgraciadamente, para este tema como en muchos otros, el principal motivo por el que se cierran los párpados, es por dinero. El dinero, el veneno de la especie humana, que hace que el corazón del hombre se marchite y se cierre, que se vuelva invulnerable ante la compasión y la lástima, que por un poco de metal brillante sea capaz de vender a sus hermanos a la muerte, y que simplemente, cuando la parca llega a cobrar su parte del trato, sienta esa humillante indiferencia hacia la humanidad.
Estos hombres ya no podrán decir que su corazón siente, pues hace tiempo que dejo de latir, y sus ojos permanecerán cerrados, en la total negrura de una realidad creada por y para ellos mismos, que solo busca su propio beneficio, sin importarle los demás.
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