La incidencia que tienen entre sí los sentimientos y la razón siempre resulta un punto de choque para las opiniones y un interesante reto para el estudio científico. Conjugando las dos áreas anteriores aparece esa famosa sabiduría popular,tan atenta con todos los temas, que nos permite gran capacidad de reflexión, pues sus enunciados, los refranes, nos ofrecen numerosas interpretaciones, sirviendo en contextos completamente dispares.
Un caso concreto sería aquel que dice "Ojos que no ven, corazón que no siente". Aquí la sabiduría popular nos dice con ello que cuando no somos conscientes de un suceso sus posibles efectos en nosotros se verán minimizados; en particular se suele aplicar sobre cuestiones en las que sea posible disminuir el sufrimiento humano. Ampliando el punto de vista entendemos que no se padece con aquello que se ignora y de la misma forma tampoco se puede llegar a querer lo que permanece ignorado. Así, la ausencia de estímulos a nivel sensorial no implica producir una respuesta.
Por tanto, hablamos al nivel de los sentimientos y lo que busca el hombre en ellos. Con el refrán identificamos la ignorancia como una medicina efectiva que desvanezca o disminuya el dolor y nos lleve a la felicidad. En suma, nos encontramos con la idea de una felicidad que reside en la ignorancia. Sin embargo esto cae en un oxímoron, pues la felicidad completa es inherente al conocimiento y no se podría alcanzar dentro de la ignorancia. Así lo confirmaba Santo Tomás de Aquino, con sus palabras "nada querido sin ser conocido", en las que nos expresa que no se puede amar en ausencia de conocimiento.
Por tanto necesitamos no solo de un nivel de información con estímulos, que nos permite experimentar emociones, sino también del conocimiento para ser capaces de sentir.
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