sábado, 10 de diciembre de 2011


  Los grandes personajes no necesitaron ver.

Ojos que no ven, corazón que no siente. Veámoslo desde dos perspectivas, la que oculta, y la incrédula. Es evidente, que la función mas usada para esta popular frase, es la oculta. Nos escudamos en la dichosa frase para desentendernos de cualquier problema, discusión o duda que pueda repercutir en nuestro ámbito social, y que puede perjudicar y afectar a nuestra reputación. Cuando sucede algo extraño, algo que sabemos que tendríamos que decir, algo que, claramente es grave, nos escudamos, nos auto convencemos como críos, diciendo esta frase. Cuando no queremos darnos cuenta de algo, esta frase, es muy útil.

Y luego, la otra perspectiva, la incrédula. Y se titula así, porque a menudo, los seres humanos tenemos que ver, para creer, cuando ese no es el principio de todo. Y eso tiene mucho que ver con el Cristianismo, ya que lo principal para no creer en Dios, es la total ausencia de muestras fehacientes, claras, y concisas de su existencia. Llevan razón, Dios aún no ha bajado para levantarnos del suelo, sacarnos del hoyo, ni parar balas, de acuerdo, llevan razón.

Aunque, si piensas de forma mas fría, las grandes hazañas, victorias y descubrimientos, se han logrado sin vaticinar, predecir ni saber absolutamente nada, de lo que después venia. ¿O acaso William Wallace conocía el final de su camino? ¿Conocía Madamme Curie cuán famosos rayos descubiertos por su afán investigador? ¿O era consciente el señor Jobs, de la repercusión mundial que tendría su manzana a medio comer?

Quizás Einstein tuvo alguna prueba clara de su teoría, y los números y letras se le aparecieron en la pizarra, o puede que el miedo a fallar  le hiciese a Iniesta mandar el balón a la grada. Lo que quiero decir, es que muchas, muchísimas veces es mejor cerrar los ojos, e intentar dar ese paso hacia delante, que te hace creer en lo más imposible que jamás has podido imaginar, sed conscientes, pensad, muchas veces contáis hasta tres y cuando habéis llegado al tres, decís cuatro, cinco… se… seis… y cerráis los ojos para decir, va, allá voy. Pues esta mítica frase, tan útil como excusa, motivo de este texto, es más que 8 palabras ordenadas con un sentido, son una ideología, la ideología del Carpe Diem.

Y recordar, muchas veces no hay que ver para creer, sino creer, para ver.

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